jueves, 7 de junio de 2012

¿Queremos que nuestro hijo sea independiente?


Para responder esta pregunta les comparto un fragmento de un gran libro, BESAME MUCHO del pediatra español Carlos González. 






¿CUÁNDO SE HARÁ INDEPENDIENTE?
La independencia es uno de los grandes temas de la puericultura moderna. ¡Todos queremos hijos independientes! Que se levanten y se acuesten cuando les dé la gana, que sólo hagan los deberes si les apetece, que decidan por sí mismos si quieren ir a la escuela, que se pongan la ropa que más les guste y que coman lo que quieran... ¡Ah, no! No ese tipo de independencia. Queremos que nuestros hijos sean independientes, pero que hagan exactamente lo que les digamos. O mejor, que adivinen nuestros pensamientos y hagan lo que queramos sin necesidad de decirles nada; así todos verán que somos muy buenos padres y les damos mucha libertad, que ni siquiera les damos órdenes.
Muchos padres se rebelaron en su día (o se quedaron con las ganas) contra la educación demasiado rígida que recibieron. Se prometieron que darían más libertad a sus hijos. Y ahora se encuentran con la gran sorpresa de que sus hijos, al tener libertad, ¡hacen lo que quieren! Pues claro, ¿qué pensaban que harían?
En realidad, lo que mucha gente piensa cuando dice «quiero que mi hijo sea independiente» es «quiero que duerma solo y sin llamarme, que coma solo y mucho, que juegue solo y sin hacer ruido, que no me moleste, que cuando me voy y lo dejo con otra persona se quede igual de contento».
Pero ése no es un objetivo razonable, ni para un niño ni para un adulto. El ser humano es un animal social, y por tanto nuestra independencia no consiste en vivir solos en una isla desierta, sino en vivir en un grupo humano. Necesitamos a los demás, y los demás nos necesitan. Un ser humano adulto debe ser capaz de pedir y obtener la ayuda de los demás para alcanzar sus fines, y de prestar ayuda a los demás cuando se la pidan. Más que independientes, somos interdependientes.
Un mendigo que pide limosna es dependiente, depende de la buena voluntad de los que pasen. Un empleado que cobra a fin de mes podríamos decir que es dependiente, porque no podría trabajar sin una empresa, sin unos compañeros, sin unos jefes o sin unos subordinados; pero lo consideramos independiente porque tiene un contrato y un salario. Cuando va a cobrar, sabe cuánto le darán, y tiene derecho a exigirlo. Si un niño grita ¡papá!, y papá viene, es independiente. Si papá no viene porque no le da la gana, el niño depende de que le dé la gana o no. Cuando usted hace caso a su hijo, le está enseñando a ser independiente. Tras una separación (una enfermedad, el trabajo de la madre, el comienzo de la guardería), el niño se hace más dependiente, necesita más mimos, más contacto, no quiere separarse ni un momento. Si le da ese contacto que necesita, acabará superando su inseguridad; si se lo niega, cada vez el problema será mayor.
No es lo mismo un niño que deja de llamar a su madre porque ya no la necesita, que otro que deja de llamarla porque sabe que, por mucho que la llame, nunca le hará caso.

2 comentarios:

  1. Muy buen artículo, me parece un análisis muy inteligente y... me encantó el párrafo de cierre! me dejó pensando...

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  2. hay niñas que no dejan de llamar nunca, aun sabiendo que nunca le harán caso!! Para seguir evaluando y pensando

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