Muchas mamás y papás se preocupan al ver que su hijo pega. No entienden por qué lo hace ni qué hacer para evitarlo.
Hay una edad que es normal que los niños peguen. Hasta los dos o tres años cuando aún no tienen la herramienta de la palabra para lograr expresar lo que les sucede, lo hacen desde lo corporal. Su herramienta de expresión es el cuerpo. Entonces en situaciones de enojo, frustración o malestar frente a la incapacidad de expresarse desde lenguaje utilizan el cuerpo, dando por resultados los golpes.
Muchas son las vivencias cotidianas que les generan frustración y enojo. También hay momentos en la vida de un niño más complejos como la llegada de un hermanito, el inicio de la escolarización, acontecimientos importantes familiares que les producen grandes frustraciones y manifiestan con golpes su malestar.
Las peleas entre niños se dan al mismo tiempo que están aprendiendo a sociabilizar, a compartir con otros y a jugar con otros. Es un proceso que lleva tiempo y tiene un costo emocional, debido a que el niño debe lograr descentrarse de sí mismo para vincularse eficazmente con otros. Desde la mirada del adulto quizás no comprendamos el estrés que le generan estos momentos. El proceso de aprender a estar con otros los enfrenta a situaciones complejas de resolver.
A medida que van creciendo y consolidando su lenguaje podrán expresar lo que les sucede sin tener que usar el cuerpo. Mientras tanto debemos acompañarlos en ese camino. ¿De qué manera?
Primero ser empáticos con ellos, entender que si pegó algo le sucedió y algo le generó malestar. Luego es importante validar el sentimiento y ayudarlo a resolver la situación.
Por ejemplo: Nuestro hijo pegó luego de forcejear por un juguete con un amigo quién no le quiso prestar el objeto. En ese momento nosotros podemos reconocer el enojo porque no le quisieron prestar el juguete y ayudarlo a resolver la situación, por ejemplo creando un acuerdo con los niños o buscando otra cosa en la que encuentre interés.
Es muy importante tener en cuenta que no alcanza decirles que NO DEBEN PEGAR, los debemos ayudar a encontrar otras formas de vincularse y de descargar su frustración. Algo que los ayudará es habilitarles lugares apropiados para realizar la descarga de su enojo.
Si nuestro hijo nos quiere pegar o le quiere pegar al hermanito porque está enojado, no limitarnos a decirle que no se pega porque duele, sino otra opción es decirle que a nosotros nos duele que nos pegue pero que si está enojado y quiere pegar, podemos buscar un lugar donde SI pueda hacerlo, por ejemplo a un almohadón. Otras opciones de descarga pueden ser romper papeles o dibujar “el enojo”. Esto permitirá que el niño se sienta comprendido, se libere del malestar e incluso se transforma en juego algo que era inadecuado o conflictivo.
De esta manera, lejos de negar lo que le sucede al niño, se lo acompaña a reconocer sus sentimientos y descargar su malestar.
La etapa en que los niños pegan pasa con el crecimiento, es importante como mamás y papás poder acompañarlos de la mejor manera y ayudarlos a resolver los conflictos con otras herramientas.
Alrededor de los 4 o 5 años los niños ya cuentan con otras estrategias frente a las situaciones que le generan malestar y frente a sus frustraciones.
Si aún continúan pegando será un desafío para los padres lograr comprender que le está sucediendo y cómo ayudarlo a resolver. Los invito a leer el artículo "
Tu hijo se porta mal… tu hijo te desafía".
Lic. Mariela Cacciola
Psicóloga especialista en Maternidad, Crianza e Infancia
Coordinadora de Dulce Crianza
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