jueves, 26 de abril de 2018

NO TENGAMOS UN HIJO - Por Lic. Arturo Clariá



No tengamos un hijo...

Si pretendemos saciar así un caprichoso deseo de posesión
si vamos a amenazar con devolverlo o llamar a la policía cada vez que no haga lo que queremos.

Si vamos a sacarle el pañal cuando nos convenga o nos resulte más cómodo y no cuando él esté realmente preparado.
 
Si vamos a depositarlo frente al televisor para poder entretenernos con nuestras cosas.
Si vamos a forzarlo a “la siesta obligatoria” para que no haga ruido y nos deje dormir tranquilos.

Si cada vez que nos pida por la noche que le contemos un cuento, le vamos a prometer hacerlo al día siguiente, cuando estemos menos cansados.

Si vamos a condenarlo a practicar el deporte que nos gusta a nosotros y que a él no le despierta el más mínimo interés.

Si vamos a enojarnos porque juega revolcándose por el piso y se vive ensuciando la remera nueva.

Si vamos a recordarle cada cinco minutos lo bien que hacíamos las cosas cuando teníamos su edad.

Si vamos a retarlo con violencia mientras le decimos con gesto desencajado: ¡¡ ya te dije que no se grita!!!

Si le hacemos sentir que no sirve para nada porque se le cae un insignificante vaso de leche.

Si vamos a utilizarlo como trofeo de guerra de nuestro divorcio, o a hacerle elegir con quién de los dos prefiere vivir.
 
Si creemos que pasar tiempo con él es llevarlo a que se aburra en nuestro trabajo o a que nos acompañe a hacer trámites bancarios.

Si va a ser el pequeño depositario de toda la bronca que tenemos acumulada contra el jefe o la vida.

Si vamos a facturarle todos los gastos económicos que nos insume su existencia. 

Si vamos a echarle en cara lo mal que jugó el partido por no haber hecho caso a todo lo que le gritamos ininterrumpidamente desde afuera de la cancha. 

Si va a agotar nuestra paciencia, apenas un ratito después de habernos sentado a ayudarlo con su tarea, sentenciándole: ¡¿cómo no entendés esto??!!

Si vamos a exponerlo ante los demás haciéndole escenas en lugares públicos y recriminándole lo mal que nos hace quedar con los otros padres del colegio.

Si vamos a dejarlo que nos mire con amor casi suplicante, mientras nosotros lo matamos literalmente con la indiferencia

Si no somos capaces de sacarnos alguna vez la corbata, transformarla en vincha de pirata y hacer un barco con las sillas del comedor.

Si vamos a derivarlo a otros para que lo eduquen mientras nosotros andamos ocupados en tareas importantísimas.

Si nunca, pero nunca, pero nunca, vamos a tener la grandeza de arrodillarnos y ver el mundo desde el lugar que él lo mira.

No tengamos un hijo si vamos a pretender darle todo lo que necesita para ser feliz, menos a quién necesita para serlo de verdad.

Tengamos un hijo porque aún cayendo en algunas de las debilidades anteriores; la vida, cada día, nos da una nueva oportunidad de reconciliarnos con ella.

Tengamos un hijo porque pese a que podríamos concentrarnos en descubrir los trucos de ese pequeño mago, y jactarnos de ello, es mucho más sabio sentarnos, simple y plácidamente, a disfrutar de la magia que nos regala.

Por Lic. Arturo Clariá